ACUSACION FORMAL AL SIGLO XXI

RELATO FANTASTICO|REAL -Acuso formalmente al siglo XXI de habernos depositado en la orilla del islote gris de la desesperanza y el desasosiego, en donde mueren todas las ilusiones y los deseos yacentes agonizan.

Acuso al siglo XXI de quedarse con lo mejor de nosotros: los momentos de nuestro nacimiento, infancia, amigos. Se llevó consigo aquellos felices momentos cuando cantábamos Aurora, formábamos fila con nuestros blancos delantales.

Fue en ese siglo – señores- cuando conocimos el primer amor. Cuando dimos el primer beso posterior al tibio apretón de manos a escondidas en alguna plaza. Fue en ese siglo – y no otro- cuando cumplimos quince o dieciocho años. Obtuvimos el permiso para conducir, llegar de madrugada o decir lo que queríamos.

Alguien dirá: hoy también podemos decir lo que queremos. Es cierto. Pero no con la frescura y espontaneidad del siglo pasado. La prudencia y la razón nos fueron cercando en nombre de la cordura y tributando al sentido común. Por esos tiempos se nos indultaba generosamente porque éramos jóvenes. Ahora se nos juzga y condena. El siglo XXI nos permitió concebir la prudencia y la moral como un ideal puesto en un pedestal al cual había que llegar, pero hoy…son una carga cada vez más pesada de la cual conviene despojarse.

Sí, el siglo XXI se llevó lo más lindo de nosotros. El contenido de algunas frases y palabras. En el siglo XXI, le decías a tu amiga si quería ir a la cama con vos, y te decía sí o no. Ahora en cambio, tu amiga te dice si con ese dinero no sería mejor pagarle una sesión de cama, pero solar. Si !! Me pasó!!- Cambiamos para peor, encima. Me guardo el nombre, pero tengo fotos con ella!!

Cambiamos, cambiemos.Para mal.

En el siglo XX, invitabas a tu amiga a caminar y el recorrido era una playa, una plaza o la costanera. Hoy, si salís a caminar con ella te encontrás con las vidrieras de Musimundo u otro, en donde se exhiben cintas caminadoras con carteles color flúo que dicen: ¡! Para que caminar…!!! No pierda su tiempo…””.  Si,  compañeros, el siglo XX se llevó también el encanto de la caminata.

El siglo XX nos dio todo. Pero la noche del 31 de Diciembre de 1999 (o del 2000, de acuerdo a mi amigo ateo confeso y astrónomo del CODE Jorge Coghlan que contabiliza de una manera distinta a todos) – se llevó todo eso, dejándonos sin nada. A algunos nos dejó con una edad de más de 3 décadas, a otros con cuatro, cinco, o más.

Me llevó la primera bicicleta roja de mi infancia que me regaló mi padre, me dejó en cambio la escoliosis. Y lo que no tenía precio, se lo llevó también. Quedaron las manchas de sangre en la vidriera y en la vereda de Boulevard y San Jerónimo y la masa informe de hierros y tendones.  En los dinteles de la alegre casa en donde había guirnaldas de colores y ángeles llamadores, colocó crespones negros. Se guardó los álbumes de figuritas, y la foto de 7° grado. ¡Donde la pusieron!

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Marc _Chagall-Rio sin orillas»

 

Se llevó también los 231.889 boletos de la línea 16 que habíamos juntado con mis amigos para poder conseguir un sillón de ruedas para un compañerito que había quedado paralítico. Teníamos que juntar un millón de boletos para que el  Rotary club nos diera el sillón. Menos mal que Dios se apiadó y se lo llevó. Aunque pensándolo bien,  cuando llegáramos al millón de boletos ya la ciencia habría estado demasiado adelantada para hacerlo caminar.

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Ella se perdió en el río se orillas y todavía la estoy buscando.

Se llevó las fotos de ella danzando, y la mas preciada foto (ahora le dicen selfie) cuando no tenía los años actuales sino cuatro o cinco menos y la piel y el rostro perfecto con aquellos samgsung o sony sin la mierda del Instagram y galería de filtros horribles.

Y era màs linda que ahora.

Cuanto que hay para decir del siglo XX. Pero lo peor de todo no se los he dicho todavía. Lo dejaré para el final. Mi amigo, el que trabaja en el museo y se viste con ropas de difunto para que el siglo XXI no lo encuentre, vio en el preciso instante en que el siglo XX le entregaba las instrucciones al siglo siguiente. Él asevera –lo escuchó detrás de la pared en donde está el piano-  que le ordenaba al otro siglo quitarnos de a poco las ilusiones, las ganas, las esperanzas, los deseos de vivir. He inclusive le dio un plazo de noventa y nueve años exactamente. Para más: asegura que hicieron un pacto de connivencia entre los dos, de sentarse a conversar todos los viernes del siglo por la noche en un banco desvencijado de la plaza España, debajo de un frondoso ombú. Por ese motivo, siempre desconfié de dos aparentes borrachos que se juntaban frente al museo ferroviario en donde yo trabajaba. Podría afirmar que eran el siglo XX y XXI.

Le decía que lo peor no se los había dicho todavía: es cierto. Nos depositó sin nada en la orilla. Pero olvidé decirles que…el río tenía una sola orilla: la nuestra. Es decir, enfrente no tenemos nada. No hay escapatoria. La otra orilla no existe.  Estamos solos y sin saber que hay detrás….