Cuando se toma la palabra para narrar imàgenes

Más que mil palabras es el último libro del periodista y escritor Miguel Russo. Se trata de relatos que nacen de fotografías y que reflexionan sobre la representación y la verdad.

 

Puedo decir que soy autodidacta porque compré libros de fotografía y la fotografía me miró. No la leí, sino que ella me miró. Así que se puede decir que adquirí la fotografía a través de la mirada», dice Miguel Russo que dijo «más de una vez», el reportero gráfico británico Don McCullin.

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Pocas páginas más adelante, en el capítulo siguiente de Más que mil palabras, Russo cuenta que el fotógrafo vietnamita Nick Ut (su nombre verdadero es Huynh Cong Ut), le replicó al presidente Nixon que «El horror de esa guerra (la de Vietnam) no necesitaba ser retocado».
Y en el mismo sentido, unas páginas antes que eso, Miguel Russo, el periodista, el escritor, le hace decir al lituano Ben Shahn que «la nación es una idea demasiado grande para ser fotografiada».
Más que mil palabras es el último libro de relatos que Miguel Russo escribió a partir de fotos que todos deberíamos mirar alguna vez. Por alguno de esos registros, sus autores fueron o son aún, objeto de estudio, de exposiciones, de entradas en Wikipedia. De igual modo, los de Russo no son relatos «comunes»: cada uno lleva implantada una microteoría de la imagen («Todas mis fotografías son como autorretratos. Siempre fotografié mis pensamientos»). Y, a su vez, en los nudos descriptivos de esas conjeturas se comprimen, en secreto, poéticas escriturarias («Es que todo lo directamente experimentado se había convertido en una enorme representación»). El lector de bibliotecas encontrará allí, además, secuencias de éticas de la creación de signo variado («Decí siempre la verdad. Pero hacelo desde la belleza»).
Además de proporcionar un relato cautivante, rico en experiencias y en noticias, animado por la escritura cierta y apasionada que caracteriza al autor, Más que mil palabras pone en crisis la leyenda que da título al libro. En primer lugar, lo hace desde el proyecto de escribir textos que narran imágenes. Luego, al ponerles comillas a ciertos pasajes (cediendo la autoría o, al menos, desdoblando el punto de vista). Por último, en la doble lectura que esas reflexiones sugieren: «Cuando la gente mira mis fotografías yo quisiera que se sintieran de la misma manera que cuando desean leer una línea de un poema por segunda vez.»
Al cabo, lo que resulta es un tratado acerca de la representación y de la verdad que, por esa vía, interpela la cualidad tanto de la fotografía como de las crónicas que, día a día, Miguel Russo escribe o edita en su desempeño como periodista y editor de Miradas al Sur. ¿Qué tipo de noticia es o expresa una foto? ¿Cuál es la dosis de realismo que persiste en una imagen? ¿Pensamos mediante representaciones o enunciados? ¿Hay unas, sin los otros? ¿Cuánta memoria y de qué tipo resiste en una fotografía a través de los años? ¿Qué le aporta el periodismo a la literatura? ¿Hay literatura en el periodismo?
Charles Lutwidge Dodgson, Alexander Rodchenko, Robert Capa, Sara Facio, Robert Frank, Gjon Mili, Sebastian Salgado, Boris Mikhailov, además de los ya mencionados y entre otros más, integran el índice de fotógrafos cuya vida u obra dieron pie a las narraciones de Más que mil palabras.
Acaso por costumbre, Miguel Russo escribe con pocos adjetivos. Los suyos son relatos sustantivos que favorecen la cercanía del lector con lo narrado y con la palabra del narrador. En ellos, aplica un realismo seco (en el sentido que Cesare Pavese le dio a la sequedad) que, tramitado en clave de breviario, lo vuelve inequívoco. Sin embargo, es ese rasgo el que, al mismo tiempo, reabre las preguntas. Sobre todo una: ¿cuántas palabras hacen falta para contar una imagen? «